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En esta entrada abordamos uno de esos temas vinculados a la educación que afectan cada vez a más familias: los campamentos para periodos vacacionales. En el mundo acelerado que vivimos, las obligaciones laborales empujan a padres y madres a contratar estos servicios para que se ocupen de los menores en los periodos no-lectivos poco propicios para la conciliación familiar, como semana santa o el mes de julio. Obviando el debate social que podría abrirse a este respecto, pondremos el foco sobre una cuestión más pragmática —y no por ello menor—: qué campamento elegir. Estas son las cinco claves que deberíamos tener en cuenta desde una perspectiva pedagógica.
Dirección pedagógica
La primera consideración que debe orientar nuestra decisión es que el campamento no sea una especie de "aparcamiento" para nuestro hijo o hija. Hay que buscar opciones que vayan más allá del mero tutelaje. Para ello resulta conveniente analizar el programa de actividades y asegurarnos que ofrece una propuesta de ocio inspirada en valores educativos. Tampoco está de más solicitar información sobre las personas encargadas de llevarla a cabo, y exigir que sean profesionales debidamente cualificados.
Enfoque recreativo
No debemos perder de vista que se trata de las vacaciones de nuestros hijos, así deben entenderlo también ellos. Conseguirlo pasa por encontrar una oferta que se ajuste a sus aficiones y preferencias. Otra variable a considerar es la socio-afectiva. A todos nos apetece compartir nuestro tiempo de ocio con personas queridas. En este blog ya hablamos de las vacaciones en familia (ver post), pero si la familia no puede estar, los amigos pueden ser una buena alternativa. Todo ello supone que, en la medida de lo posible, haya una participación del menor en la decisión sobre qué campamento realizar.
Compensación motriz
En la escuela, el alumnado pasa gran parte de la jornada sentado. Evidente, no es la mejor postura para alguien fase de crecimiento. Por ello se recomienda aprovechar el tiempo libre para compensar ese "sedentarismo de pupitre", y una buena forma de hacerlo es programando actividades lúdicas o deportivas, preferiblemente al aire libre. El campamento puede ser una oportunidad para experimentar nuevas modalidades de ocio activo que vayan más allá de los usos habituales del patio del colegio. ¡Imagina lo divertido que sería hacer patinaje, natación o vóley-playa!
Ruptura con lo escolar
Unas buenas vacaciones son imprescindibles para afrontar el trabajo con una adecuada predisposición mental. Por propia experiencia, sabemos que podemos aplicarle el adjetivo "buenas" cuando las vacaciones logran romper con la rutina laboral, cuando "desconectamos". En el caso de nuestros hijos sucede lo mismo. No es saludable que el campamento sea una continuación del colegio. Buscar un contraste con la dinámica escolar pasa por hacer cosas diferentes. Por muy seductoras que te parezcan, huye de las ofertas que incluyan repaso de lengua, apoyo en matemáticas, etc.
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Abierto a la elección
Un programa de actividades cerrado conlleva cierta imposición sobre un tiempo que debería ser de libre disposición. Para evitar esa sensación propia de los circuitos de viaje y enfatizar la libertad inherente a las vacaciones, se debe contemplar que los participantes tengan la oportunidad de elegir, al menos en ciertos momentos, entre distintas actividades a realizar. El mensaje que debe trasmitir el campamento a los menores es que, a diferencia de lo que sucede durante el periodo lectivo, ahora el tiempo es suyo y puede decidir sobre su ocupación (aunque sea una elección condiciona a opciones dadas).
Este post desarrolla algunas ideas expresadas en la entrevista de Enrique Sánchez para el reportaje "El gran reto de elegir campamento para la próxima Semana Blanca", publicado en La Opinión de Málaga el 03/02/2019.
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