Reggio Emilia

Foto de Suzi Walker vía Flickr

Seis días después de la II Guerra Mundial, los padres de una pequeña aldea italiana empezaron a reconstruir su escuela destruida en un bombardeo. La venta de un tanque y de varios caballos abandonados por el ejército alemán en su huida sirvió para financiar la obra. Esas familias entendieron que la educación era una prioridad para no repetir los errores que habían llevado al viejo continente al desastre. Y no era suficiente con reconstruir la antigua escuela, había que inventar una nueva escuela, que priorizara el pensamiento crítico, la solidaridad, la superación de los traumas que una guerra deja en la mente infantil... Así nace Reggio Emilia.

Los niños tienen cien lenguajes, cien pensamientos, cien formas de escuchar, de sorprender, de amar, cien alegrías para cantar y entender. Cuando la escuela le dice al niño que trabajo y juego, ciencia e imaginación, razón y sueños, son cosas que no pueden ir juntas. Y entonces lo que realmente le están diciendo a los niños es que el cien no está allí. Loris Malaguzzi

El pedagogo Loris Malaguzzi (1920-1994) acompañó a las familias de aquella aldea de los Apeninos en su aventura. Estas son algunas de sus ideas, muchas de ellas desarrolladas a partir de la propia práctica:

Espacio de expresión. Malaguzzi reconoce múltiples lenguajes en los niños —100 lenguajes—, y sostiene que la escuela tradicional prescinde de 99. Para evitarlo crea el Atelier (taller), un lugar en el que se trabaja con barro, pinturas, cámaras... Un espacio en el que el arte, en cualquiera de sus manifestaciones, es la forma de expresión.

Espacio de encuentro. La escuela debe trascender sus muros e integrarse en la comunidad. La Piazza (plaza) es un lugar que favorece la ósmosis con el entorno. Es habitual la presencia de las familias o reunirse para compartir experiencias, recitales, creaciones...

Proyectos. El conocimiento, en su estado natural es global. Sin embargo, en la escuela nos hemos inventado un mecanismo de parcelación llamado "asignaturas". En Reggio Emilia, los proyectos sustituyen a las asignaturas.

Escucha y confianza. El factor humano es otra de las claves de la pedagogía Malaguzzi. Por encima de los materiales o los programas, el objeto de la educación lo determinan los niños y niñas. Para ello se hace imprescindible dejarle espacio para expresarse, escuchar e integrar sus inquietudes en el plano de la didáctica.

Documentación pedagógica. La observación docente reporta valiosa información sobre cada persona: lo que necesita, lo que puede, lo que le gusta... Documentarla es clave para no perderla, para reflexionar y para construir procesos educativos personalizados.

Autoformación docente. Los docentes aprenden uno de otros, de su práctica y su experimentación didáctica. Este proceso se lleva a cabo a través de las llamadas "parejas pedagógicas", que comparten clases, reflexiones y aprendizajes.

En la actualidad, Reggio Emilia es un proyecto pedagógico consolidado y reconocido a nivel mundial. La ciudad que le da nombre se ubica al norte de Italia, en la región de Emilia-Romaña, y cuenta con 170.000 habitantes y una red de más de treinta centros municipales de Educación Infantil, que cada año reciben la visita de decenas de miles de profesionales de todo el mundo interesados en ver in-situ está pedagogía. Las ideas de Malaguzzi siguen teniendo una gran influencia en la didáctica.

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