¿Nació con un don?

Foto de Eunbyul Sabrina Lee vía Flickr

A veces, ante talentos extraordinarios que empiezan a despuntar en la infancia, nos hacemos esta pregunta. Quizá el ejemplo más paradigmático sea el de Mozart y su "oído absoluto". Permite que te cuente la respuesta que la neurociencia tiene para este caso.

El prodigio del joven Wolfgang Amadeus se hizo público después de que el periódico de Augsburgo le dedicara un artículo a su capacidad para identificar cualquier nota emitida por cualquier instrumento musical: «La sostenido de la segunda octava por encima del do central», decía con seguridad. Y no quedaba ahí, aquel niño de siete años también era capaz de identificar las notas emitidas por objetos poco musicales: el tañido de una campaña, la vibración de un cristal...

Hoy tenemos mucha información sobre lo que se consideró una extraña habilidad hace 250 años. Sabemos, por ejemplo, que solo 1 de cada 10.000 personas tienen oído absoluto. Podría ser la prueba de que, efectivamente, se trata de un don con el que nacen algunos afortunados. Pero sabemos más...

En 2014, la psicóloga Ayako Sakakibara realizó un revelador experimento en la Escuela de Música Ichionkai de Tokio: formó un grupo de niñas y niños (de entre 2 y 6 años de edad) y los sometió a un entrenamiento durante un año. Mientras que en circunstancias normales, 1 de cada 10 personas desarrollan el oído absoluto, todos y cada uno de los participantes en el experimento lo hicieron. Ir al artículo completo.

El don no es el oído absoluto, sino la capacidad para desarrollarlo, y lo mejor es que casi todo el mundo nace con ese don

¿Nació Mozart con un don? La neurociencia responde con un NO tajante. Si profundizamos en su historia vital, comprenderemos que la práctica deliberada (a la que ya le dedicamos un post) tiene mucho que ver con su virtuosismo, lo cual no es óbice para presuponerle una gran inteligencia musical.

Leopold Mozart, que además de padre del genio fue autor del primer manual didáctico para educación musical infantil, empezó a trabajar con Wolfgang a muy temprana edad. Así, cuando el niño tenía cuatro años, su padre ya se dedicaba a él a tiempo completo: con el violín, el piano y otros instrumentos.

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