Clases que son trenzas

Foto de Ingrid S vía Flickr

La sociedad no sólo existe por la comunicación sino que existe en ella. El ser humano está en permanente proceso de comunicación. John Dewey

Un experto en oratoria, el periodista José Antonio Nieto, me dio un consejo que aplico en todas mis clases. Me dijo: "Trata de hacer una trenza y evita dar un palo". Son conceptos muy aplicables en educación. Se basan en la constatación de dos formas muy diferentes de trasmitir ideas, dos formas a las que denominaremos "TRENZA" y "PALO". Imagina que tu mensaje consta de tres ideas...

Modo trenza

La "transmisión trenza" es aquella en la que el orador juega con las ideas como un amante juega con la melena de su pareja, separándola en tres mechones, que va entrelazando con mucho mimo para crear una preciosa trenza. Sin prisas, las ideas van apareciendo y reapareciendo, relacionándose las unas con las otras. El discurso, al igual que el peinado, va tomando sentido a medida que avanzas en tu trabajo. Las tres ideas, confundidas ya en una trenza, refuerzan su vinculo con la conclusión, que cumple la misma función que una gomilla que evita que la trenza se deshaga. Si has conseguido hacer bien tu trenza, el alumnado sabrá valorarlo.

Modo palo

La alternativa es la "trasmisión palo", en la que el orador va de la idea uno a la dos y, de ahí, a la tres. Como el matemático que trabaja con fórmulas impersonales, y que opta por la regla inequívoca que afirma que la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta. Una línea recta es precisamente lo que se dibuja con la transmisión de cada idea. Una línea que se asemeja a un "palo". Pero, ¿por qué a un "palo"? Cada idea transmitida de esta forma causará en el alumnado el mismo efecto que un PALAZO en la cabeza. Seguro que has asistido a algunas de estas clases de las que solo sacas un buen dolor de cabeza.

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Reprogramar con Práctica Reflexiva

Foto de Enrique Sánchez vía Flickr

No hace mucho, un terremoto de mediana intensidad despertó a toda la ciudad con un sobresalto compartido. «¿Y tú, lo has notado?», se escuchaba a la mañana siguiente en la sala de profesores, en la puerta del colegio, en el aula... Ahora imagina que impartes la asignatura de ciencias naturales: ¿de qué vas a hablar ese día en clase? ¿Lo dejarías todo para aprovechar el momento y aprender qué son los terremotos; o seguirías adelante con tu programación... como si nada hubiera pasado?

Stenhouse distingue entre dos tipos muy diferentes de entender la profesión docente:

TIPO 1. EL PROFESIONAL TÉCNICO. Conoce bien las técnicas didácticas y las aplica con objetividad. Su acción sigue un diseño pedagógico cerrado... No va a hablar del terremoto, aunque la sacudida se produzca en mitad de su clase.

TIPO 2. EL PROFESIONAL CRÍTICO-REFLEXIVO. Es un perfil más humanista, que antepone el proceso al producto. Entiende que el terremoto es una oportunidad para el aprendizaje y no dejará escapar el interés despertado hacía el fenómeno. Su programa pedagógico es más bien un proyecto en permanente reconstrucción.

Si te identificas con el segundo perfil, la PRÁCTICA REFLEXIVA puede ser de gran utilidad para REPROGRAMAR tu intervención, ¿cómo hacerlo? Este post presenta un programa que consta de siete fases:

  1. Revisión crítica de la propia práctica.
  2. Análisis conjunto de la práctica. 
  3. Reflexión sobre las aportaciones del equipo. 
  4. Análisis compartido de las propuestas. 
  5. Reprogramación didáctica. 
  6. Autoevaluación.


El twit superior enlaza con la información ampliada y los recursos necesarios para aplicarlo en tu centro. Ya sabes, aquí solo 350 palabras. Lo justo para terminar con una preciosa analogía a la que el profesor Stenhouse recurría frecuentemente, en sus clases, para explicar dos formas muy diferentes de entender la programación:


El alumnado es como un puñado de semillas que recibe el docente cada curso. Son pequeñas, pero tienen gran potencial de crecimiento. Algunos docentes se esmeran por darle un tratamiento similar a todas: la misma cantidad de agua, intervalos de riego, fertilizantes... Estos «granjeros» esperan recolectar la cosecha coincidiendo con el final del tema o del curso. También buscan que todos los frutos (o «respuestas») sean del mismo calibre, color, sabor... Frente a esto, hay otro tipo de docentes, los «jardineros», que entienden que cada semilla es única y aprecian la belleza de los diferentes colores. Además de adaptar las necesidades de riego y luz, son capaces de diseñar precisos jardines, en los que la combinación armónica de especies diferentes representa un valor añadido. Pedagogía vía Twitter

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La casita resiliencia

Foto de Pulpolux vía Flickr

Epicteto fue hijo de esclavos. Su primer dueño le propinaba terribles palizas. Con el segundo propietario tuvo más suerte, era persona ilustrada y permitió que asistiera a clases callejeras de filosofía. Poco a poco fue desarrollando un pensamiento propio que le ayudó a encontrar la felicidad, a pesar de ser pobre, no tener familia y estar privado de libertad.

Epicteto aprendió a superar las adversidades desarrollando una actitud resiliente. Como esclavo podía ser sometido, humillado, torturado... no tenía poder sobre nada de lo que acontecía a su alrededor. Sin embargo era el rey de su mundo interior. Si él no lo permitía, nada podía alterar sus pensamientos y convicciones.

Mucho después, Stefan Vanistendael sistematizó las ETAPAS PEDAGÓGICAS PARA LA CONSTRUCCIÓN DE LA RESILIENCIA, a través de una acertada analogía de la que toma nombre su teoría: "La casita resiliencia".

Yo soy
Toda construcción precisa de un solar, y NO sirve cualquier superficie, necesitamos un suelo firme. En el desarrollo de la resiliencia, la base son las necesidades que Maslow identifica en el nivel inferior de su famosa pirámide. Sin alimento, descanso o ropa no hay construcción posible. Ni el propio Epicteto pudo ser resiliente con su primer dueño.

Una vez preparado el suelo se pueden poner cimientos, que equivalen a la aceptación personal y a la formación de una red de apoyos (familia, amigos). Es la primera gran etapa de esta construcción.

Yo tengo
El primer piso albergará la capacidad para soportar un terremoto (lo que nos ocurre) sin que nuestra casita se hunda. Una segunda planta supone ir más allá, dotando de significado a los acontecimientos para que nos beneficien. Es la fase en la que "yo tengo" la capacidad de reinterpretar el "por qué". El sentido del humor, la autoestima o relativización serán esenciales para trabajar esta etapa de la construcción.

Yo puedo
El tejado es el final de la obra. La culminación de la actitud resiliente sería la apertura a nuevas experiencias, el abandono de la zona de confort para ser mejor profesional, mejor alumno... MEJOR PERSONA.

El ejemplo de vida de Epicteto y sus ideas fueron tan valiosas que el mismísimo Adriano, emperador de Roma, hizo un largo viaje para escuchar al ya anciano maestro. Él construyó su casita y ¡TÚ TAMBIÉN PUEDES!
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